Este patrimonio lo constituye el conjunto de edificios de carácter religioso tales como iglesias, ermitas, monasterios o conventos.
Uno de los cometidos más importantes de los visitadores de la Orden de Santiago consistía en conocer la situación de las iglesias. Por ello, a través de las páginas de las Visitas tenemos muchos datos sobre ellas y su funcionamiento en más de un siglo. Hay tres épocas claramente distintas: a finales del siglo XV, tras la repoblación, las iglesias están en ruinas. A principios del XVI comienza un periodo de nuevas construcciones en la mayoría de los pueblos; finalmente, en los inicios del siglo XVII las iglesias se pueden dar por acabadas y sólo quedan algunas obras de mejora y reparación.
Las devociones también se describen ocasionalmente, y ejemplo de ello lo encontramos en la atracción que en la comarca despierta la Ermita de Manjavacas, que había conseguido antes de 1498 una Bula de perdones: “Tiene la dicha ermita (San Pedro de Manjavacas) una Bula de perdones que se ganó agora nuevamente de los Cardenales de Roma, para los que hicieran limosna para la dicha hermita e por devoción los vecinos de ciertos lugares comarcanos vienen a la dicha hermita algunas fiestas donde se facen mandas y limosnas”.
En un contexto cultural rural, la necesidad de ser protegidos contra epidemias, plagas del campo y otros accidentes atmosféricos, hizo que los pueblos venerasen, hiciesen votos y levantasen ermitas a determinados santos. San Sebastián, abogado contra la peste, es el más apreciado en todo el priorato. Estuvo muy extendido también el culto a Santa Ana, la madre de la Virgen María.
En algunos pueblos tuvieron especial devoción a San Gregorio Nacianceno, al que consideraron protector contra gusanos y otras plagas del campo. Mota del Cuervo guardaba su fiesta “por langosta”. Dimas Pérez afirma que llama la atención el que estos pueblos solicitasen del gran doctor de la Iglesia San Gregorio Nacianceno estos auxilios, cuando es otro San Gregorio, el Ostiense, el que en realidad se consideraba como abogado contra estos males del campo. Pudo haber confusión entre ambos santos, cuyas fiestas en el calendario eclesiástico se celebran el mismo día, el 9 de mayo.
Relación de edificios:
- Iglesia parroquial San Miguel Arcángel
- Ermita de San Sebastián (“El Santo”)
- Ermita de Santa Ana
- Ermita de Santa Rita
- Ermita de Nuestra Señora de Manjavacas
- Ermita de Nuestra Señora del Valle
- Convento de Trinitarios
En la calle de la Iglesia se encuentra la Iglesia parroquial dedicada a San Miguel Arcángel, cuya festividad celebra esta villa el día 8 de mayo.
Iniciada en el siglo XV, su construcción se prolongó durante los siglos XVI y XVII. La visita de la Orden de Santiago, fechada en 1494, es muy ilustrativa para conocer el estado en que se encontraba a finales del siglo XV: “Mandaron los visitadores al mayordomo de la dicha iglesia que faga cobrir la torre de las campanas con su madera e teja como conviene... que el arco toral que está junto con la capilla mayor se corte ... de manera que se pueda ver el altar mayor desde el cuerpo de la iglesia. Lo qual le mandaron que faga dentro deste año” .
En 1537 continúan las obras, y se manda que se haga un repartimiento vecinal para que se terminen de enlucir las capillas y las bóvedas.
Es una iglesia de tres naves, cada una de tres tramos, siendo iguales las dos colaterales y algo más angostas que la central. Coro en los pies y ábside con dos capillas en el cabecero. La fábrica es de mampostería con sillares en las esquinas y enmarcando las ventanas rectangulares en el cuerpo central y circulares en la cabecera. La torre situada en el piecero es de planta cuadrada y dividida en dos tramos separados por cornisa.
Hay dos portadas de acceso, una al norte (plateresca) cobijada por dos grandes contrafuertes con arco de medio punto flanqueado por columnas pareadas de orden corintio sobre plinto, rematando un entablamento corrido y coronado por una gran venera con pináculos moldurados a los lados. En la portada aparecen los símbolos de la Orden de Santiago. La portada sur o “del Sol” es más sobria, en estilo dórico con frontón y bolas típicas herrerianas. Delante de ella encontramos lo que llaman “el pretil” de la Puerta del Sol, una especie de cercado con fuerte antepecho con bolos repartidos en igual distancia; se labró, según noticias, hacia 1616.
Los tramos de las naves se cubren alternando bóvedas de crucería, de pañuelo y de arista. La cubierta del crucero es una cúpula sobre pechinas. Mediante un arco toral se accede al ábside y a través de un arco de medio punto con impostas resaltadas se une a sus dos capillas laterales, cubiertas con cúpulas sobre pechinas.
Las columnas tienen pilastras adosadas excepto las del coro que son nervadas y las del arco triunfal de acceso al ábside que tienen diseños barrocos. El coro está elevado formando un pórtico de tres arcos, el central más ancho, con arco carpanel y los laterales con arcos rebajados, cuyo intradós se decora con un motivo helicoidal a modo de soga que denota una clara influencia del gótico levantino del siglo XV. El alfarje que lo cubre es de interés.
Cuenta con varias capillas, entre las que se encuentra la Capilla del Bautismo, con bóveda rebajada, la Capilla del Santísimo, de mampostería de sillares en las esquinas y de planta poligonal, la Capilla de la Soledad con bóveda de lunetos, la Capilla de Jesús Nazareno y la Capilla del Cristo de la Columna.
Los altares y retablos son de Santiago Lara. Destacan las imágenes de talla de San Miguel, La Piedad, Jesús Nazareno con la cruz a cuestas, Jesús Yacente y un crucifijo de tamaño natural.
En la Sacristía resalta su buena cajonería para los ornamentos litúrgicos.
La Iglesia se restauró en 1974 y fue declarada Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento en 1990.
Popularmente conocida como Ermita “del Santo”, la encontramos dentro del casco urbano, en la calle Mayor Alta, entre las calles de San Sebastián y El Santo.
Sobre el origen de esta ermita se dice que inicialmente fue una venta propiedad de un tal Juan Maese Ambrosio Sánchez Gómez, cuya hija enfermó. El padre pidió a la Virgen su curación, prometiendo donar la venta para construir una iglesia. Así fue, y durante el siglo XVI el edificio fue reconstruido.
Se menciona en las Relaciones de Felipe II (1575) entre las ermitas señaladas, y bajo el mismo título, como hospital para hospedar a los clérigos y frailes que vengan mendigando. Se afirma que este hospital estaba bajo el amparo del concejo y lo dejó para este efecto un vecino llamado Juan Martínez del Cojo.
Fuentes documentales nos aportan nuevos datos sobre esta ermita, como que en 1567 fue necesario vender la yerba de las dehesas para construirla y que en 1588 aún no se había concluido su construcción.
Las últimas investigaciones nos hacen considerar incongruente que un edificio fuese a la vez ermita y hospital, teniendo en cuenta las características arquitectónicas que cada edificio requiere y las que presenta la dicha ermita. Puede que el hospital, aunque estuviese bajo la misma advocación que la ermita, estuviese ubicado en otro lugar. Es más probable que el denominado Convento del Verdinal no fuese tal convento, sino precisamente el Hospital del “Señor San Sebastián”.
La planta es de cruz latina con ábside de tres lados y coro elevado en los pies. Fábrica de mampostería con sillares en las esquinas y gruesos contrafuertes en el exterior. Tiene dos portadas: la del Mediodía con arco de medio punto adovelado y enmarcado con pilastras que arrancan a la altura de las impostas del arco y sujetan un entablamento. Sobre éste, y en el eje de simetría, se apoya una hornacina de concha con dentículos, enmarcada a su vez por pilastras de fuste estriado sobre pedestal, sujetando un entablamento con triglifos y cornisa denticulada. La portada del piecero es semejante a la anterior: un arco de medio punto, adovelado, enmarcado por marbetes o pilastras que arrancan a la altura de las impostas y sujetan entablamento y cornisa. Sobre el eje de simetría, óculo redondo.
Está cubierta de madera en el cuerpo de la nave, aunque originariamente contaba con un artesonado mudéjar. Ambas gualderas o maderos principales del armazón descansan en el extradós de los arcos, de los que se conservan sin coberturas el que da paso al presbiterio, que es de sillería y está montado sobre finas columnas cilíndricas. En el coro quedan las vigas cuadrales.
La capilla mayor, de forma hexagonal irregular, tenía techumbre de lacería, pero sólo se conserva la tablazón que sirvió de soporte. El friso, que recorre todo el perímetro de la ermita, está decorado con talla de espejos y círculos radiales, enmarcados por moldura de palmetas en la parte superior, y cuerda y dentículos en la inferior.
A principios de los años cincuenta se llevó a cabo la restauración del edificio.
Pocos datos hay sobre esta Ermita; sin embargo, se sabe que ya estaba construida en el último tercio del siglo XVI.
La planta es de cruz latina y tras el cabecero se encuentra la sacristía. Se cubre con bóveda de cañón con lunetos y el crucero con cúpula de media naranja sobre pechinas. En su exterior se aprecia todo un conjunto de volúmenes escalonados tradicionales en la arquitectura de la Mancha. Tiene campanil sobre la puerta principal de acceso. En uno de sus laterales se ha añadido un humilladero moderno dedicado a San Cristóbal.
Está situada en la Plaza de Francisco Ruiz Jarabo, entre las escuelas públicas.
Es una ermita moderna que se construyó en los años cincuenta, al igual que el Barrio del mismo nombre. Tiene planta de salón y la cubierta es de madera. La entrada de arco de medio punto está precedida por un pórtico de tres arcos de medio punto, siendo el central más ancho que los laterales.
En el siglo XIII, Manjavacas era un lugar relevante de la zona. Por causas de salubridad, sus vecinos se fueron trasladando paulatinamente a las localidades próximas, y en su gran mayoría se dirigieron a La Mota.
A finales del siglo XV Manjavacas era un despoblado dependiente de Mota y de la Encomienda de la Torre de Vejezate, en el que no quedaba vecino alguno. No obstante, se mantenía el portazgo que tenía dicha Encomienda y dos ermitas: San Pedro y Santa María la Vieja o también llamada Nuestra Señora de la Antigua, de menor importancia.
En 1498, los visitadores de la Orden de Santiago describen la ermita de San Pedro y recuerdan que “tiene una bula de perdones que se ganó de los cardenales de Roma para los que hicieren limosna para la dicha hermita e por devoción los vecinos e ciertos lugares comarcanos vienen a la dicha hermita a algunas fiestas donde se hacen mandas y limosnas”.
Ambas ermitas seguían en pie en 1537, y sabemos que en la de Nuestra Señora de la Antigua había una imagen de la Virgen, metida en un tabernáculo. En esta fecha se manda a los mayordomos de las dos ermitas que hagan ciertas reparaciones.
Pero la Ermita actual de Manjavacas, no se corresponde con aquellas de antaño. Se construyó posiblemente a principios del siglo XVII, en la Carretera de las Mesas, y a siete kilómetros exactos de Mota, en un pequeño promontorio, donde convergen los caminos Senda de Santa María y Carril de los Valencianos. El Papa Paulo V concedió una Bula a esta nueva ermita el 9 de enero de 1612. Puede considerarse que en esta Ermita “moderna” se aunaron los fervores de los que gozaban las dos anteriores ubicadas en Manjavacas (la Bula de perdones y la imagen de Nuestra Señora de la Antigua).
En las Relaciones de Felipe II (1575) se mencionan las ermitas de San Pedro y la de Nuestra Señora de Manjavacas, pero sin duda se refería a las ya existentes, cuyo origen podría remontarse incluso al siglo XIII o XIV.
En 1663 se constituye una Cofradía bajo la advocación de Nuestra Señora en el misterio de la Anunciación. En sus Constituciones, recuerdan la veneración que se tenía a la Santísima Imagen de la Antigua en la villa de Manjavacas antes de su traslado a La Mota. A través de las cuentas de la dicha Hermandad se sabe que en 1763 se colocó el retablo y en 1770 se iniciaron algunas obras de restauración en la ermita.
Es un edificio típico del Neoclásico. La planta es de cruz latina, con brazos muy cortos, ábside cuadrado y coro elevado a los pies. Está cubierta con bóveda de cañón con fajones y lunetos en nave, ábside y brazos. El crucero se cubre con cúpula de media naranja sobre pechinas decoradas con medallones que representan a los Evangelistas. Tiene decoración barroca en el tambor, cúpula, intradós de los fajones y pilastras adosadas. Altares en ábside y brazos. Tras el cabecero se encuentra el camarín de la Virgen cubierto con cúpula de media naranja rebajada sobre pechinas.
Dos portadas nobles y sencillas en la parte central de los muros del mediodía y del norte. La puerta norte está precedida por pórtico cubierto practicado por tres arcos de piedra. En la puerta sur tiene otro pórtico más rudimentario de seis arcos, cinco de frente y uno de acceso.
En su interior destacan tres altares realizados por Santiago Lara, que hizo la decoración y restauración de toda la Iglesia en 1942, con filetes dorados en la moldura de la cornisa, cercos y colgantes pendientes de cabezas aladas en los fustes de las pilastras.
El altar mayor es de líneas neoclásicas con hornacina central para la imagen de la Virgen, con vidriera al fondo, practicable hacia el camarín. Ático de arco rebajado con relieve de la Asunción. La primitiva imagen de Nuestra Señora de Manjavacas fue destruida durante la guerra civil española. La actual es de buena talla, de 165 cm. de altura, con el niño sentado en la mano izquierda, y se trajo de Valencia en 1940.
En 1968 se realizaron las últimas obras de restauración en la ermita. Se hicieron mejoras en el altar, la pintura y el decorado interior de la ermita.
Las fiestas patronales o la “Traída y la Llevada de la Virgen” están declaradas de Interés Turístico desde 1977. La tradición consiste en traer a la Virgen en hombros y corriendo desde la Ermita a la villa (7 kms.) el primer domingo de agosto, para volverla a llevar del mismo modo dos semanas después.
Fuera del casco urbano y a un kilómetro de distancia siguiendo por la Carretera de Los Hinojosos, encontramos la desviación que nos lleva a la Ermita del Valle.
En las Relaciones de Felipe II (1575) esta Ermita se menciona, junto con otras cinco, como una de las señaladas del lugar. En 1603 los visitadores de la Orden de Santiago nos describen la Ermita de esta manera: “Visitaron la hermita que está como un quarto de la dicha villa camino de Villamayor, entre unas quebradas, y está la dicha hermita debajo de tierra, el uno de los cuerpos della, es pequeña. Y tiene la imagen de Ntra. Sra., de bulto, con un Niño Jesús en los brazos, en un tabernáculo dorado todo y el altar y testero de azulejos, y a un lado tiene una capillita y a otro un cajón con los ornamentos y antes de la entrada un portalico”.
La Ermita del Valle guarda una estrecha relación con los cantareros. El barro utilizado por ellos siempre se ha extraído de los barreros del Valle y de la casa de las Burracas, situados muy cerca de la ermita, a unos 2 kms. del pueblo. Según la tradición la Virgen se apareció a un cantarero mientras picaba en el barrero y San Agustín acudió para saciar su sed. De esta manera se convirtieron en los patrones de los cantareros y del Barrio de las Cantarerías.
En 1675, según las Constituciones de la Cofradía de la Virgen del Valle, se exigía la condición de ser cantarero (incluso también los padres) para poder ser Alcalde o Mayordomo de la Cofradía. En este mismo año fue concedida Bula por el Papa Paulo V en la que concede indulgencias por visitar la Ermita del Valle.
Era costumbre que hubiera un postulante en la ermita que recogiera las ofrendas que hacían los fieles a la Virgen, y a finales del siglo XIX, la Corporación municipal decidió nombrar para tal concepto a Santiago López Villaescusa, para lo cual habitaría constantemente en la ermita.
En los años noventa se realizaron algunas obras de restauración: cambio de las cubiertas, limpieza de la piedra de las fachadas, dejando todo el exterior sin enlucir. También se construyeron acerados alrededor de la ermita.
Recientemente se han restaurado dos óleos de esta ermita, que representan el Milagro de la lactancia de San Bernardo (S. XVIII), y un Calvario, obra de Juan de la Fuente (S. XVII).
Las fiestas en honor de San Agustín y Nuestra Señora del Valle, se celebran a finales de agosto, coincidiendo con el día de San Agustín. Se inician con la traída a la carrera de las imágenes de la Virgen y San Agustín desde la Ermita del Valle a la Ermita de San Sebastián, para volverlos a llevar del mismo modo pasados quince días.
Está ubicado en la Plaza Verdinal.
Aunque se afirma que es un antiguo Convento de Trinitarios que data de los siglos XVI-XVIII y que incluso Cervantes estuvo allí algún tiempo, las fuentes documentales de los siglos XVI y XVIII niegan la existencia en esta villa de convento alguno. No obstante, llama la atención que en 1752 hubiera en Mota, además del cura párroco, veintidós clérigos: dieciocho sacerdotes, dos de Evangelio y dos Ordenados Menores.
Las últimas investigaciones nos hacen albergar la hipótesis de que este edificio no era un convento, sino más bien un hospital, posiblemente el que se cita en las Relaciones de Felipe II y en el Catastro de Ensenada, como Hospital de San Sebastián y cuyo fin era hospedar a los clérigos y frailes forasteros que venían mendigando. Por tanto, nada tendría que ver con la ermita de la misma advocación. Esta teoría se consolida gracias a las tres cruces de Malta que aparecen en la fachada de este edificio, y la vinculación que tiene dicha cruz con la asistencia hospitalaria. No queremos decir que la Orden de los Hospitalarios o Caballeros de Malta, cuyo distintivo era esta cruz de ocho puntas, tuviera una sede en Mota, simplemente que se utilizó el símbolo que representaba el carácter asistencial de esta Orden. No es de extrañar que la íntima relación eclesiástica que tenía este edificio le haya llevado a identificarlo con un convento.
Es un edificio entre medianeras de planta rectangular, con dos alturas y torre de dos cuerpos sobre la portada que está situada a la derecha. Su estructura está muy alterada tras la transformación en dos viviendas particulares. La fábrica es de sillarejo y el último cuerpo de la torre está enfoscado. Tiene una distribución irregular de huecos y sólo se conserva de la fachada original la entrada principal, la puerta de caballerizas y algunas ventanas. La portada en esquina es adintelada y está enmarcada por moldura mixtilínea, entablamento y cornisa; en la clave y dentro de un círculo, una cruz de Malta. Destaca también una de las ventanas enmarcada por moldura de bocel que sobre el eje de simetría hace un semicírculo, bajo el cual hay una pieza cuyo deterioro impide identificar. Sobre la moldura, una cruz de Malta a cada lado.
En la parte izquierda de la fachada y abarcando los dos pisos, un gran portalón de caballería de arco de medio punto adovelado, con enjutas resaltadas y decorando la clave, un león en posición heráldica.